A menos que sea un ermitaño, nadie que este leyendo estas líneas ha faltado a la cita con la “pantalla de plata”, quizá en una ocasión o tal vez cada semana pero todos en algún momento de la vida hemos ido al cine.
Hoy en día las multisalas le permiten al espectador tener una buena variedad de películas a escoger y puede también acudir a cualquier hora los siete días de la semana.
La experiencia de ver una cinta en la gran pantalla no se comparará jamás a ningún equipo casero, pues no sólo es el tamaño de la misma, la experiencia empieza desde el comprar el boleto, hacer fila para comprar golosinas, encontrar el lugar ideal y en algunas veces hasta salir de la sala deslumbrado por la luz de sol después de estar a oscuras un buen rato.
Hay quien incluso han salido queriendo boxear después de ver Rocky o manejar como enajenados al ver The Fast and The Furious. Situaciones que aunque absurdas eran muestra inequívoca de que la cinta había logrado su cometido al volvernos cómplices de la trama.
El que escribe por muchos años ha acudido al cine y ha vivido innumerables historias y recuerdos, sin embargo nunca había experimentado de primera mano una visita al autocinema.
Los autocinemas son eso, lugares donde uno acude en su propio automóvil y desde ahí puede ver la proyección, es decir es un gran estacionamiento con una pantalla enfrente.
En las películas, el autocinema es un lugar recurrente. En el filme Grease de 1980, quien no recuerda a Dany cantando desconsolado en los columpios del estacionamiento después de que por enésima vez Sandy lo deja botado.
En el poblado de Mercedes, existe todavía un autocinema, el famoso WesMer que abre sus puertas poco antes de las siete de la noche de lunes a domingo.
Al llegar, como en un cine común, hay que comprar el boleto (el costo es por vehículo, no por persona) buscar un buen lugar y sintonizar una estación de radio para recibir el audio de la cinta, por supuesto todo esto sin bajarse del coche.
No falta quien lleva sillas y mantas y se coloca frente al coche como si estuviera en un parque, cosa muy válida también ya que el cine permite introducir comida y pasar un autentico “picnic”.
No falta el que se lleva una hielera con cervezas o su licor favorito a sabiendas de que WesMer no le dirá nada siempre y cuando no cause problemas.
La película en turno es un mero pretexto para ir a pasar un rato muy agradable en familia o en pareja, los niños disfrutarán de un espectáculo que se creía extinto y que poco a poco está resurgiendo, no sólo en el país, sino también en otras partes del mundo.
Una experiencia única para quien ama al cine como una experiencia y no sólo como un rollo de película.